Página personal de Juan Antonio Fernández Labaña donde se muestra su trabajo como restaurador, investigador, fotógrafo y pintor.

Al año de finalizar mis estudios de Bellas Artes, realicé mi primera exposición individual de pintura. Una muestra que llevaba por título «Latidos de una ciudad» y que fue expuesta en la sala de exposiciones del Colegio Mayor Azarbe de la Universidad de Murcia. Realizándome el profesor Germán Ramallo Asensio una introducción para el díptico que aquí os dejo:

Cuando se puede ver algo más

El aún joven pintor Fernández Labaña se presenta a la sociedad murciana con esta muestra de acuarelas de tema exclusivamente capitalino que, consciente de ello, bautiza con el título de Latidos de una ciudad. En ella vemos las zonas acostumbradas a las que se asoma algún que otro monumento significativo o emblemático, así como unas pocas citas a los aconteceres festivos de la ciudad, mostrados directamente en sus momentos o por sus elementos más significativos.

Hasta aquí parece que poco le va a diferenciar de los muchos pintores que se basan en la imagen local y en las costumbres, produciendo de ello agradables y hasta notables muestras que satisfacen de sobra a aquel que gusta recrearse como primera meta en su entorno directo, dejando en segundo plano la acción superior de recrearse en el arte con que se está expresando el mensaje visual. Pero con este joven que ahora se muestra por primera vez hemos de andar con un poco de cuidado para descubrirle unos valores, aun en germen, que le pueden despegar del adocenamiento y abrirle nuevas vías para los pasos siguientes.

Lo principal es el carácter auténticamente «urbanita» y no solo de reproductor de postales que expresa en las distintas vistas de plazas (Santo Domingo, Santa Catalina, Las Flores, etc..) y sobre todo en su vista de la entrada a Trapería desde Santo Domingo, o la procesión de la Virgen de la Fuensanta doblando la esquina de la calle Escultor Salzillo; en todos estos cuadros se siente ese «latido» que él propone en el título de la exposición. Pero no es menos importante la captación de la intensa luz y los tonos claros que ella produce (hasta en las sombras) en las vistas de La Glorieta y, mejor aún en la Plaza del Cardenal Belluga; varios de los cuadros que nos enseña aquí están «casi velados» en las zonas más expuestas a la luz y en alguno consigue una buena atmósfera de calor. Y por último, y relacionándose con lo primero, son asimismo interesantes las espontáneas actitudes de sus anónimos protagonistas: tamboristas tocando por inercia, nazareno que lleva la mano al «buche» en el instante de haber localizado a alguien, o estantes de la Virgen de la Fuensanta hablando entre ellos.

Saludemos con confianza a Juan Antonio Fernández Labaña y animémosle a salirse de los más trillado para buscar con su buena técnica que aquí nos demuestra en esa otra visión de la ciudad que aquí intuimos y «sentimos» y que puede llegar a ser muy interesante.

Germán Ramallo Asensio.